Afortunadamente hemos superado con éxito esta primera fase de la dulce y blanca Navidad que para muchos es amarga y gris a causa de la marimorena que tenemos montada desde que estalló la crisis mundial. Un año más, y pese a que los ratones financieros nos han roído los calzones, hemos celebrado estas fiestas con el exceso consumista que las caracteriza, olvidando que mientras unos pocos deambulan por el mundo con una buena cuenta corriente bajo el brazo otros muchos nacen en un pobre pesebre entre un buey y una mula o, en la versión moderna, a la puerta de una oficina de empleo.
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