La sociedad, o al menos una parte estimable de ella, cada vez es más consciente del valor de lo que se tira, entre otras cosas grandes cantidades de alimentos. Los contenedores de basura están llenos de restos de comidas de los hogares, lo que, paradójicamente, es de gran utilidad en estudios sobre lo que comemos, ya que los residuos lo reflejan a veces mejor que las encuestas directas a las personas que, por falta de memoria o por otras razones, no siempre dan suficiente información de los alimentos que consumen. Aún a riesgo de sonrojarnos, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que “somos lo que tiramos”.
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