Con excesiva frecuencia los futbolistas se amparan en la mentira solidaria, según la cual los privilegiados del mundo del fútbol tienen preocupaciones sociales y actúan en beneficio de la colectividad. Y lo malo es que, de tanto repetirlo, al final nos lo acabamos creyendo y los encumbramos al lugar que únicamente deberían ocupar quienes practican la solidaridad y el altruismo de forma anónima y sin esperar recompensa alguna.
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