La información se ha convertido en un alimento tan abundante que apenas tenemos tiempo para digerirlo. En la era de la información estamos al tanto de cada puesto de trabajo que se pierde irremediablemente y del drama humano que ese hecho provoca. Conocemos al dedillo la evolución de los niveles de deuda, los agujeros del déficit público y el progreso de cualquier estadística que afecte nuestra vida cotidiana, por lo que hemos acabado convertidos en expertos en plagas y signos del Apocalipsis.
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