La clientela de los negocios dedicados a la compra de oro suele ser gente corriente, la mayoría al borde de la desesperación, que para ir tirando se desprenden de unas joyas que, a menudo, tienen un valor más sentimental que económico. Su auge es el reflejo de la lacra que actualmente azota nuestra sociedad, porque la gente que vende sus joyas lo hace por necesidad. La venta de oro es un símbolo de una pobreza que está ya en el umbral de la miseria.
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