Hace años que muchos políticos españoles, de todo signo y color, viven instalados en la indecencia y actúan ignorando los principios de igualdad y de ejemplaridad. Por pertenecer a la mal llamada “clase política” creen que su posición les sitúa por encima del resto de los mortales y de las obligaciones legales de todo ciudadano. Por eso, cuando se les acusa de algo, responden a las acusaciones como si en lugar de ser los primeros obligados a rendir cuentas jugaran al frontón; como si estuvieran convencidos de que, por el hecho de haber convertido la política en su modo de vida, no tendrán que devolver hasta el último euro obtenido irregularmente.

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