La corrupción y el enorme desprestigio de la mayor parte de las instituciones y de los políticos es un grave problema que afecta directamente a la salud de nuestro sistema democrático. Los primeros indignados ante estos hechos somos los ciudadanos que, aunque comprendemos que en cualquier organización humana siempre se puede colar un corrupto o se pueda corromper una persona honrada, no podemos entender la inacción frente a ellos. Respetamos la presunción de inocencia pero estallamos cuando la indecencia ya no es una presunción. Hoy, como ayer, el número de preguntas sigue siendo infinitamente superior al de las respuestas dadas.
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