Ha sido la presión del capital la que ha hecho claudicar a los poderes de los estados democráticos y los gobiernos, todos sin excepción, cayeron en la trampa. Los cantos de sirena del capitalismo financiero hicieron perder el sentido común a los gobernantes, haciéndoles creer que los pobres del tercer mundo trabajarían para el bienestar del primer mundo y que las desregulaciones harían aumentar la producción. Tan hermoso y seductores eran esos cantos, que han terminado dejándonos a todos únicamente con lo puesto.
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