El desprestigio de la política ha alcanzado unos niveles de generalización preocupantes y, finalmente, se ha llegado al punto en que la parte afecta y contamina el todo de una manera inseparable. El desprestigio institucional es de tal magnitud que ha terminado afectando a su propia credibilidad, al tiempo que ha hecho tambalearse los valores básicos de la democracia y las libertades.
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