El gobierno chipriota traspasó una delicada línea roja al plegarse a los requerimientos de la troika comunitaria en general, y a los intereses de los bancos alemanes en particular, obligando a los ahorradores chipriotas a perder una parte de su dinero para contribuir al rescate bancario. Es una línea roja porque cuando empezó la crisis todas las autoridades se apresuraron a garantizar la totalidad de los depósitos ya que, en caso contrario, existía el riesgo de que se desatara un pánico que acabara por derrumbar el sistema financiero.
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