Cada vez se hace más evidente que el actual modelo ha acabado su ciclo y se hace necesaria una segunda transición, pero sin las restricciones y las ataduras que condicionaron la primera. Vienen tiempos de renuncias, sobre todo para los grandes partidos que, al igual que hicieron las cortes franquistas en 1976, tendrán que protagonizar un nuevo y pequeño suicidio que se traducirá en mayor transparencia, control interno y cese de la fagocitación.
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