Las amenazas y las bravatas del régimen de Pyongyang no pueden tomarse a la ligera, ni ser consideradas como una simple estrategia propagandística. Desde el año 1953 en que terminó el conflicto bélico que enfrentó a Corea del Norte y Corea del Sur los dos países continúan oficialmente en guerra, resultando infructuosos todos los intentos realizados hasta la fecha de acercar a los dos países, aunque fuera por cuestiones humanitarias. En este ambiente de tensión permanente, un simple accidente o cualquier error de cálculo pueden arrastrar a la región a un abismo de consecuencias impredecibles para la humanidad que significaría, cuando menos, el estallido de un conflicto mundial con armas atómicas.
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