Aunque a la jerarquía española le cueste reconocerlo, y todavía más lamentarlo públicamente, es justo admitir que, en medio del salvajismo de la guerra y de los rencores de la posguerra, los curas tuvieron, por acción o por omisión, un papel destacado que reforzó el poder del clero en una sociedad aterrorizada. Por eso, al cabo de tantos años, se echa en falta que los integrantes de la jerarquía se avergüencen públicamente de aquel pasado, y que con su actitud, aparte de contribuir a la reconciliación entre los españoles, defiendan algo que seguramente es más importante que el perdón: la memoria.
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