Desde el momento en que el rey Juan Carlos I, en un gesto sin precedentes en nuestra historia y que acabó obligándole a renunciar a la Corona en favor de su hijo y heredero, tuvo que salir a pedir perdón públicamente por un comportamiento nada ejemplarizante y que había provocado el sonrojo y la perplejidad de la ciudadanía, ninguna institución está libre de sospecha y la imagen de España en el exterior está asociada a la corrupción.
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