En España es algo excepcional que algún político acabe con sus huesos en la cárcel. Pero, si por alguna circunstancia inexplicable, alguno llega a ingresar en prisión, su estancia allí tiende a ser meteórica, pues tarda muy poco en beneficiarse de la generosidad del gobierno de turno que acude raudo y veloz en su ayuda, aplicándole el generoso embudo del indulto. La triste conclusión es que aquellos que ejercen una forma de poder afirman creer en la justicia, en cambio a los ciudadanos de a pie cada día se nos hace más difícil confiar en ella.
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