Ahora, y como consecuencia de la crisis, los abuelos se han convertido también en el paraguas protector de sus hijos y nietos y son muchos los mayores que acogen bajo el amparo de su escasa pensión a los familiares que están en paro, garantizando, al menos, sus necesidades más básicas. Pero, pese a la mejora de las condiciones de vida de las personas mayores en comparación a lo que sucedía en otras épocas, no todo es de color de rosa cuando se llega a esa etapa vital cuya realidad se pretende enmascarar con el pomposo y desafortunado eufemismo de “tercera edad”.
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