A estas alturas ya no existe paraje natural, playa o montaña donde, por difícil y escarpado que sea su acceso, no nos adentremos llevados por nuestro afán de aventura o de notoriedad, en algunos casos. El problema es que tales aventuras no siempre se emprenden con la necesaria preparación y, mucho menos, con los medios y equipación indispensables por lo que, cuando ocurre una desgracia, es preciso recurrir a peligrosas y dificultosas operaciones de rescate donde a menudo intervienen helicópteros, ambulancias, lanchas, bomberos, especialistas… lo cual hace que el coste económico de dichos operativos sea elevadísimo. Sin contar, por supuesto, el riesgo que a menudo supone la puesta en marcha de esos operativos para los integrantes de los equipos que participan en los mismos. No es comprensible que aumente la presión fiscal sobre los ciudadanos, se rebajen salarios, se reduzcan las coberturas sociales, al tiempo que perdemos recursos para la sanidad, la enseñanza o la investigación y, mientras tanto, las aventuras imprudentes les salgan gratis a algunos irresponsables.
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