Benedicto XVI pasará a la historia como un venerable anciano que renunció al papado y también quedará entre los pontífices que han roto moldes. A su llegada se nos dibujó, por algunos, como un radical, un ultraortodoxo que volvería a la Iglesia a los tiempos más oscuros. No se puso un valor que era un intelectual reconocido, un filósofo reputado y un teólogo imprescindible, porque se prefirió presentarlo como un mero continuista que había arremetido contra la teoría de la liberación. Ahora, años después de su histórica renuncia al pontificado, hemos visto como, contra todo pronóstico, fue capaz de romper con los esquemas tradicionales y abordó los dos asuntos más vergonzosos y terribles de la Iglesia Católica: los abusos sexuales y la pederastia.
Comentar este post