Existe en política una vieja y conocida estrategia que, pese a ser antigua y conocida, todavía funciona en España. Ante las culpas propias no hay nada mejor que lanzar sombras de duda a diestro y siniestro, insinuar que el responsable de las propias fechorías es otro, presentarse como víctima de una persecución y explicar que esta obedece a inconfesables propósitos ajenos. Sobra hipocresía y nos faltan unas buenas dosis de detergente para hacer limpieza.
Comentar este post