A nadie se le escapa que ciertos sectores políticos y financieros nunca creyeron en lo que pomposamente se ha venido denominando “Estado de las autonomías” y han aprovechado para atacarlo y ponerlo en evidencia siempre que han tenido oportunidad de hacerlo. De igual manera es una realidad incuestionable el hecho de que, bien por debilidad, por ignorancia o por bastardos intereses inconfesables, la actual configuración administrativa de España ha supuesto en la práctica un aumento de la ineficiencia como consecuencia de las múltiples duplicidades competenciales existentes entre el Estado y las Autonomías.
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