Aspirar a organizar unos Juegos Olímpicos, con el elevado coste económico que ello supone, en el mismo país que está recortando inversiones en educación y en sanidad es un auténtico contrasentido. Pretender hacerlo en su día, en una ciudad como Madrid que tiene el dudoso honor de ser la titular ella sola de la mitad de la deuda pública acumulada de España, fue un auténtico disparate. Afortunadamente, al final se impuso el sentido común.
Comentar este post