Es evidente que el sistema no funciona a la perfección, que sus fallos han dejado al descubierto situaciones injustificables e insostenibles y que las reformas son imprescindibles y se deben acometer sin demora. Pero, lejos de llevarnos llevar por el apasionamiento de las circunstancias, los ciudadanos hemos de exigir a los nuevos líderes en ciernes que expliquen claramente qué proponen ellos como alternativa a la situación actual, porque el tiempo de los discursos floridos y las promesas vacías pasó ya a la historia.
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