Hemos visto como la crisis financiera se convertía en una crisis de la deuda, es decir, como los excesos liberales provocaban la crisis de la sociedad del bienestar y la pérdida de derechos y servicios que hasta ahora parecían inamovibles. Las reivindicaciones de una ciudadanía indignada no son, en esencia, ni radicales ni utópicas, sólo piden políticas que eran factibles cuando la riqueza del país era muy inferior a la actual y que ahora dicen que no nos podemos permitir.
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