Amparándose en que lo único que importa son los beneficios se pueden deslocalizar las grandes empresas y trasladar la producción a países en vías de desarrollo o a paraísos jurídicos y fiscales donde es posible explotar y mal pagar a los trabajadores sin que nadie meta la nariz, porque no hay regulación de derechos, ni defensa de la dignidad humana. Cuando el beneficio es el único que cuenta, la naturaleza deja de ser un espacio protegido y objeto de respeto y pasa a convertirse en una gran reserva industrial que se puede explotar indiscriminadamente para extraer toda la energía posible hasta que, agotada y exhausta, la ubre quede seca.
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