Cuando el beneficio es lo único que cuenta, se pueden emitir programas televisivos y radiofónicos que insultan la inteligencia humana y dañan la convivencia ciudadana, pero que despiertan grandes cuotas de audiencia y publicidad. Se enrarece y contamina el clima político y social y se hace más difícil la convivencia, al tiempo que se fomentan y promocionan los tópicos y los prejuicios, pero ello se traduce finalmente en un enriquecimiento de los propietarios de las cadenas, porque el exabrupto y la torpeza venden y hacen crecer la audiencia.
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