Es cierto que en 2018 no existe el ruido de sables que condicionó la redacción y aprobación del texto constitucional, sin embargo, la corrupción reinante, el descrédito del sistema judicial, el baldón de la sospecha que pesa sobre el funcionamiento interno de partidos políticos y sindicatos y el creciente desprestigio de todas las instituciones, incluida la Corona, amenazan como una espada de Damocles la vida democrática de los españoles.
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